WASHINGTON — Las elecciones de esta semana tuvieron un candidato tácito: la democracia estadounidense. Dos años de ataques incesantes del expresidente Donald Trump y sus aliados contra las tradiciones democráticas habían puesto en duda el futuro del país, y los electores respondieron en las urnas.
Muchos de los candidatos que secundaron la mentira de que Trump ganó las elecciones en 2020 perdieron contiendas con las que se habrían podido posicionar para influir en futuros comicios. Pero las condiciones que amenazaban a la democracia siguen presentes, y los estadounidenses las ven desde perspectivas muy distintas, dependiendo de su criterio político.
En Nueva Hampshire, los votantes reeligieron al gobernador republicano Chris Sununu para un cuarto mandato, pero rechazaron a tres candidatos al Congreso que tenían el aval de Trump o que estaban alineados con él. Los electores reeligieron a legisladores demócratas.
Bill Greiner, propietario de un restaurante y fundador de un banco comunitario, dijo que los candidatos de Trump ganaron sus elecciones primarias “adueñándose del carril de los locos”, y después los demócratas los neutralizaron en la elección general.
Greiner, que es votante republicano, dijo que en los últimos años siempre había apoyado a los candidatos republicanos aunque sus aspirantes favoritos hubieran perdido en las elecciones primarias, pero que no podía votar por aquellos que continuaran negando la legitimidad de la elección presidencial de 2020.
“Nadie se robó la elección, y no le irá bien a nadie que empiece y termine negando la validez de una elección”, afirmó. “Creo que eso quedó demostrado con signos de exclamación”.
Durante la campaña para las elecciones de medio periodo, el presidente Joe Biden destacó las amenazas a la democracia estadounidense, aunque sus detractores insinuaron que se trataba de una maniobra para desviar la atención de su baja tasa de aprobación y de la economía.
El jueves, Biden dijo que los principios fundamentales de la nación habían resistido. “Había mucha preocupación en torno a si la democracia pasaría la prueba. ¡Y lo hizo!”, manifestó.
La jornada electoral mostró que Biden no fue el único con angustia: 44% de los electores dijeron que el futuro de la democracia era su principal consideración, según AP VoteCast, una encuesta realizada a más de 94.000 votantes a nivel nacional. Eso incluía a demócratas y republicanos.
Pero entre los republicanos, quienes se identificaban como parte del movimiento “Hagamos a Estados Unidos Grande Otra Vez (MAGA por sus siglas en inglés) de Donald Trump, dijeron con más frecuencia que el futuro de la democracia era el factor principal a la hora de votar: 37% por 28%.
Las preocupaciones sobre la democracia fueron compartidas por miembros de los dos principales partidos pero por distintas razones: Sólo un tercio de los republicanos creen que Biden fue elegido legítimamente, según la encuesta, lo cual muestra cómo las insistentes aseveraciones falsas de Trump sobre la elección han permeado en su partido.
Por su parte, los demócratas creen que la propagación de mentiras electorales y el número de candidatos republicanos que las repetían atentaban contra los cimientos de la democracia.
Varios de los candidatos más estridentes que desconocieron los resultados de la elección presidencial de 2020 terminaron perdiendo sus contiendas para cargos estatales relacionados en cierta medida con la supervisión de comicios.
Trump y sus partidarios se enfocaron en las contiendas para secretario de estado, cargo que supervisa la votación en la mayoría de los estados, después de que no consiguieron anular los resultados de los comicios de 2020 a nivel estatal.
La encuesta también mostró las repercusiones que las aseveraciones falsas han tenido en cómo ven los estadounidenses la fiabilidad de las elecciones. Según el sondeo, los republicanos del MAGA eran más proclives a no tener confianza en las elecciones intermedias: alrededor de la mitad de los republicanos no confiaba en un conteo correcto de los votos, aunque sólo 3 de cada 10 de sus copartidarios ajenos al MAGA tenían esas preocupaciones.
No hubo fraude electoral generalizado en las elecciones de 2020 ni evidencia alguna creíble de que se alteraron los resultados, y así lo confirmaron funcionarios electorales federales y estatales, las revisiones exhaustivas en los estados reñidos y el propio secretario de justicia de Trump.
Las denuncias de fraude presentadas por el exmandatario también fueron rechazadas categóricamente por docenas de tribunales, incluidos jueces que él mismo había nombrado.
Como sea, las teorías de conspiración están muy arraigadas. Fueron un terreno fértil para sembrar la desconfianza cuando se presentaron problemas bastante rutinarios el martes en Detroit y el condado Maricopa, en Arizona. Los problemas se solucionaron, no sin antes suscitar recriminaciones en las redes sociales, incluidas las de Trump.
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