En el intento de descubrirme a mí misma y lo que quería para mi futuro, durante mi adolescencia me pasó por la mente que mi verdadera vocación era ser maestra.
Cuando estaba en la secundaria (séptimo grado) fui maestra por una semana durante una hora al dia como parte de un programa de la escuela. Era un grupo de kínder o primer grado, no recuerdo bien, pero si recuerdo que me enamoré de la profesión y llegué a pensar que eso era lo que quería hacer el resto de mi vida.
Como muchas cosas a esa edad, el enamoramiento se pasó en cuestión de semanas.
Los educadores no solo se enamoran de su profesión, se apasionan, la abrazan y ponen manos a la obra todos los días. Ellos se convierten en segundos padres para esos niños y tienen que adaptarse a 20 o 30 niños con personalidades deferentes y trabajar con cada uno para que salga adelante. Lo hacen por cinco días de la semana, nueve meses del año.
Mis maestros
La mayoría de nosotros recordaremos a nuestra maestra de kínder. Mi primera maestra que con tanto cariño y ternura me guio y me hizo sentir cómoda en mis inicios en la escuela. Pero yo recuerdo que mi primera maestra fue mi madre. Con toda la paciencia del mundo, me enseñó los colores, números, letras y a empezar a leer y escribir antes de empezar la escuela.
Que tal la maestra regañona de primer grado, que me cambió la perspectiva de un educador con la que me había dejado la maestra de kínder. Pero no fue por mucho tiempo, la profesora Elisa Pacheco así como era regañona era cariñosa y exigente. Fue mi maestra los primeros cuatro años de primaria y hasta la fecha la veo y recuerdo con mucho cariño.
Y que tal el maestro de la secundaria, que era tan bueno que no sabía a veces como llamar la atención de los revoltosos o payasos de la clase. Era su primer año como educador de inglés como segundo idioma para el maestro Garrett Smith y fue pieza clave en esa etapa de mi vida. El señor Smith un lazo muy importante en mi transición y adaptación a un nuevo idioma y cultura al llegar a Estados Unidos además de aguantar tantas travesuras de nuestro grupo.
O la maestra de la prepa, que siempre creyó en que éramos capases de llegar muy lejos y se dedicaba a hacernos ver el potencial que teníamos. La maestra Sue Otting se dedicó, por medio de un grupo de actividades extracurriculares (New American Close-up), a motivar y ayudar a que los alumnos inmigrantes aspiráramos a una educación superior.
Hay muchos más que marcaron mi vida de una u otra manera, pero no tendría espacio para mencinarlos a todos y la importancia de ellos en mi vida. Cada una de estas etapas fueron maravillosas y mis maestros los mejores, no solo por aguantar a tanto niño y todas las travesuras, sino porque nunca se dieron por vencidos.
Felicidades a todos los maestros de profesión y de corazón!