PHOENIX — Desde que eramos pequeños mi hermano y yo, disfrutábamos muchísimo la temporada navideña en la Ciudad de México. Era una temporada maravillosa por todo lo que representaba.
No podía faltar en casa el arbolito de navidad, decorado siempre por mi mamá, con sus luces de colores y muchas esferas, además de un faldón para el árbol que ella misma confeccionó.
Como era una tradición en la famila año con año ella era la encargada de preparar el bacalao. Un suculento platillo que no podía faltar la noche del 24 cuando nos reuniamos en familia con primos, tíos y abuelos.
Mi mamá siempre era la que procuraba que la familia estuviera junta, en reuniones, festejando cumpleaños. Cualquier pretexto siempre era bueno para disfrutar con los más queridos.
Pero pasó el tiempo y comenzaron nuevos rumbos para todos. En el 2007 mi madre me apoyó y me impulsó con la idea que tenía de emigrar a los Estados Unidos por el tema laboral.
Fue muy difícil desprenderme de amigos, de familia y de mis actividades diarias en la capital mexicana, pero lo que fue más difícil fue dejarla a ella.
Llegué a Phoenix con muchas ilusiones pero no puedo ocultar que dejaba atrás un saco lleno de recuerdos, pero sobre todo de agradecimiento a mi mamá por todo lo que nos dio.
Ella siempre veló por nosotros, siempre estuvo al pie del cañón. No faltaba a ninguna actividad escolar o deportiva. A pesar del tedioso tráfico de México a toda hora, ella siempre se mostraba valiente al volante para llevarnos a donde fuera. Entre la escuela, natación, béisbol o cualquier otra actividad.
Como no agradecerle, que se daba tiempo para todo. Porqué no sólo era estar a nuestro lado, sino que también ella pintaba. Perteneció por muchos años a la Sociedad Mexicana de Acueralistas y al Museo Nacional de la Acuarela.
Muchos lienzos llenos de amor y de color dejó. Tuvo multiples exposiciones tanto en México como en el extranjero y brilló con luz propia, así como su nombre Luz de Lourdes.
Pero cuando llegué a este país, comenzaron los fuertes sentimientos de no tener cerca a lo que uno siempre ama más que a todo, su mamá.
Pese a la distancia, pudimos compartir varias fechas importantes tanto en Phoenix como en la Ciudad de México. La lejanía no era impedimento para poder vernos, pero debo reconocer que no es lo mismo una llamada telefónica a tener cerca a mamá.
Siempre supimos que ella tenía un padecimiento cardíaco, lo supimos por años. Quizá esa era mi preocupación día a día de saber que estuviera bien.
En el 2014 en una visita que tuvo a Arizona, se llevó la mejor sorpresa de la vida cuando se enteró que sería abuela. En noviembre de ese año, nació su único nieto de nombre Diego.
Para ella fue lo mejor que le pudo pasar, la llenó de vida y de energía. El lazo entre ellos se volvió maravilloso. Pero la relación entre ellos dos, lamentablemente duró muy poco. Sólo duró seis años y medio.
Este 2021 fue complicado, de hecho nos golpeó y lo hizo muy duro. En junio se sometió a un procedimiento quirúrgico en el estómago. Había que retirar un pequeño 'bulto' que se encontraba alojado.
Tuve la oportunidad de tomar un avión para visitarla y estar con ella una semana después de su operación para estar con ella en casa. Hablamos de todo y nada, el simple hecho de acompañarnos durante su recuperación fue muy valioso.
Comenzamos a planear cosas que ibamos a hacer en un futuro cercano, viajes y por supuesto la Navidad. Faltaban exactamente 5 meses pero eso no nos preocupaba, ya estabamos planeando reunirnos con toda la familia para celebrar una fecha más.
Pero cuando regresé a casa en Phoenix, las cosas se complicaron. Apenas menos de una semana después de despedirme de ella, ingresó al hospital de nueva cuenta para removerle los puntos de aquella cirugía sin pensar que le prohibirían la salida por presentar una fuerte deshidratación y además no había un buen paso entre el estómago y el intestino.
La tarde del 7 de julio, recibí una llamada que me dejó helado. Del otro lado de la bocina me dijeron que mi mami había sufrido un paro cardiorrespiratorio y que estaba en una situación muy complicada. No tuve oportunidad de decirle adios mientras yo estaba a 1,558 millas de distancia del hospital.
El 8 de Julio, y durante las tres horas de vuelo entre Phoenix y la Ciudad de México no paraba de llorar. Fue el momento más triste de mi vida.
Quiero creer que fui afortunado de poder darle un beso y abrazo antes de regresar a casa, pero para todos, el sentimiento es muy fuerte.
Esta Navidad no podrá estar con nosotros.
Agradecidos de que ella pudo estar en el cumpleaños número 6 de Diego en casa celebrando la vida y celebrándolo a él, pero ya nada será igual.
Esta será la Navidad más triste a sólo 5 meses de que ella se fue.
Escrito en excusiva para 12 News en Español y Tenga en Español por Erick Monroy.