PHOENIX — Vivo en Estados Unidos, migré a finales del año 1999. Tengo dos ciudadanías, puedo votar por presidentes en Estados Unidos y en México; sin embargo, en este momento, no sé por quién votar.
A pesar de tener el privilegio de poder votar este año electoral en ambos países, ese derecho se transforma en un pesar por no poder tener candidato, o candidata, que satisfaga esperanzas de tener naciones bien gobernadas en todos los ámbitos.
Me preocupa no poder decidir por quién votar. El primer debate en México me dejó más dudas y un amargo sabor de boca por las acusaciones personales que privilegiaron propuestas concretas.
Tengo frente a mí las boletas electorales para votar por Presidencia y senadurías, obviamente deberé votar antes del 2 de junio. Es un privilegio votar desde mi hogar, pero siento pesar por aquellas personas que votarán en comunidades en México controladas por los criminales o bajo presión de otro tipo.
Votar es no sólo un derecho sino una enorme responsabilidad. Cientos de miles de personas murieron en ambos países para que nosotros podamos ejercer este deber cívico el día de hoy. Esa sangre derramada se honra al votar.
¿Por qué los candidatos en un país, y las candidatas en el otro, no me convencen? Es una mezcla de sus personalidades, las “alianzas” que las apoyan, y sus propuestas vacías unas, irreales las otras. ¿Qué nos dice la historia? Que ningún político cumple sus propuestas. A pesar de lo anterior, debo… debemos votar. Con un voto bien analizado, razonado y -por tanto- informado.
Escrito por Abel Hoyos para Plumas Invitadas de Conecta Arizona.
